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EL PODER OCULTO DE LOS CABLES SUBMARINOS

September 17, 2025

El origen de una red invisible

La mayoría de las personas no piensa en lo que ocurre cuando abre una aplicación de mensajería o inicia sesión en una plataforma de juegos. Sin embargo, casi todo el tráfico digital que conecta a usuarios de distintos continentes viaja a través de un complejo entramado de cables submarinos que yacen en el fondo de los océanos. Desde mediados del siglo XIX, cuando se instaló el primer telégrafo transatlántico, hasta la actualidad, esta infraestructura se ha convertido en la columna vertebral de la comunicación global.

Según el mapa oficial de cables submarinos, existen en la actualidad más de 493 cables activos o en construcción, conectando regiones enteras con longitudes que van desde los 300 km hasta los gigantes de más de 40,000 km. La cifra puede parecer desproporcionada, pero cada enlace contribuye a mantener la estabilidad digital global en un mundo que depende cada día más de la conectividad.

Ingeniería en las profundidades oceánicas

Un cable submarino típico tiene apenas el grosor de una manguera de jardín, pero en su interior resguarda fibras ópticas protegidas por capas de plásticos, blindajes metálicos y un recubrimiento de gel. A pesar de su tamaño reducido, estos hilos son capaces de transportar hasta 400 GB por segundo en los modelos más recientes. La magia ocurre gracias a una técnica llamada multiplexación por división de longitud de onda densa, que permite transmitir simultáneamente varias señales de luz en un solo hilo de fibra.

Cada tramo del cable cuenta con repetidores, ubicados aproximadamente cada 70 a 100 kilómetros, que funcionan como amplificadores eléctricos. Estos dispositivos, alimentados por conductores de cobre que transportan hasta 10,000 voltios, mantienen la intensidad de la señal y evitan pérdidas de calidad. Este proceso hace posible que un mensaje de texto enviado desde México llegue a Europa en milisegundos, ilustrando cómo funciona la infraestructura digital submarina moderna.

El costo de la conectividad global

Construir y tender un cable transoceánico no es tarea sencilla ni económica. Se requieren años de planeación, estudios de impacto ambiental, permisos internacionales y millones de dólares en inversión. El costo estimado de un solo proyecto puede oscilar entre 300 y 400 millones de dólares. Los barcos especializados cargan bobinas gigantescas de cable, las cuales se despliegan lentamente sobre rutas cuidadosamente trazadas que evitan zonas volcánicas, regiones sísmicas o áreas intensamente transitadas por pesqueros.

Cuando una tormenta interrumpe el proceso, los ingenieros amarran el extremo del cable a una boya flotante y esperan a que las condiciones mejoren. Una vez calmadas las aguas, el barco regresa y retoma el tendido. Esta logística marítima, acompañada por sistemas de posicionamiento satelital y robots submarinos, garantiza que la red global de fibra óptica permanezca activa y en constante expansión.

Riesgos naturales y humanos

Los cables submarinos, a pesar de su robustez, no están exentos de accidentes. Eventos como el huracán Sandy en 2012 o el terremoto de Fukushima en 2011 demostraron lo vulnerable que puede ser esta infraestructura ante catástrofes naturales. No obstante, la mayoría de las interrupciones provienen de errores humanos: redes de pesca arrastradas sin precaución o anclas de barcos que dañan accidentalmente las conexiones.

En zonas costeras, donde el riesgo de daño es mayor, los cables son reforzados con armaduras metálicas o enterrados en zanjas excavadas en el lecho marino. En algunos casos se han registrado ataques inusuales, como tiburones mordiendo las líneas de Google en 2014. Más preocupante aún son las amenazas geopolíticas: el espionaje y la interferencia de potencias extranjeras que podrían comprometer la seguridad de la infraestructura mundial.

Geopolítica de las telecomunicaciones

El control de los cables submarinos no solo representa poder tecnológico, sino también influencia estratégica. Gobiernos y corporaciones compiten por participar en su financiamiento y operación. Durante décadas, empresas como AT&T dominaron el sector, acumulando más de 230,000 km de líneas bajo el océano. Hoy, gigantes tecnológicos como Google, Meta, Amazon y Microsoft lideran la expansión, construyendo cables que conectan continentes para sostener sus centros de datos y servicios en la nube.

En 2018, el gobierno de Australia bloqueó la participación de Huawei en un cable hacia las Islas Salomón, temiendo posibles usos de espionaje. Estas decisiones reflejan cómo la infraestructura digital se convierte en un campo de tensión geopolítica, donde cada kilómetro de fibra óptica puede representar una ventaja en la competencia tecnológica internacional.

Propiedad compartida y consorcios tecnológicos

Dada la magnitud de los proyectos, muchos cables son financiados por consorcios que incluyen desde empresas privadas hasta gobiernos y operadores de telecomunicaciones locales. Este modelo de colaboración permite repartir costos, pero complica las decisiones cuando ocurre una falla. ¿Quién debe asumir la reparación? En ocasiones, estas discusiones retrasan las soluciones y afectan a millones de usuarios.

Sin embargo, los gigantes tecnológicos han cambiado la dinámica. Facebook ha impulsado proyectos como el cable 2Africa, un monstruo de 45,000 km diseñado para conectar 33 países africanos, mientras que Google y Meta anunciaron el cable Apricot, que unirá Japón, Filipinas, Taiwán e Indonesia. Este tipo de iniciativas demuestra cómo las corporaciones buscan garantizar expansión de servicios digitales y reforzar su influencia global.

Futuro frente a alternativas satelitales

Aunque proyectos como Starlink de SpaceX prometen internet satelital de baja latencia, los expertos coinciden en que los cables submarinos seguirán siendo la opción más barata y eficiente para transportar enormes volúmenes de datos. El despliegue satelital está diseñado principalmente para comunidades remotas sin acceso a fibra, mientras que la infraestructura submarina seguirá soportando el tráfico masivo de bancos, gobiernos, servicios de streaming y redes sociales.

La perspectiva para las próximas décadas indica que el mundo seguirá invirtiendo en ampliar la red submarina de comunicaciones. Con cada nuevo cable tendido, el planeta se hace más interdependiente y, al mismo tiempo, más vulnerable a las amenazas físicas y digitales que acompañan esta revolución tecnológica.

Conclusiones

Los cables submarinos representan uno de los mayores logros de la ingeniería moderna. Aunque invisibles para el ciudadano común, permiten que mensajes, transacciones y contenidos digitales crucen océanos en segundos. Son esenciales para la economía, la política y la sociedad global. Su historia refleja un esfuerzo colectivo de innovación y cooperación, pero también expone los riesgos de depender de una infraestructura tan concentrada y sensible. En un futuro cercano, la coexistencia entre cables submarinos y redes satelitales definirá el rumbo de la conectividad mundial, consolidando a la tecnología como un recurso tan vital como el agua o la energía.